Poeta y yo

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Poema en una pared, de Alejandro Gil

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la felicidad también es un lenguaje

el sol ayer

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entonces una se hace pequeña como el reverso de una cuchara vacía
como la cara de la sábana que se difumina ante el roce de un cuerpo
van cayendo las estatuas detrás de todas esas nubes,  y no importa
tanta descaro en las cosas que se insinúan y se mienten

las rejas, ahora, son cosa de la luna
descosidas, las estrellas, se quedaron temblando a la altura de tu boca

es un viaje sin retorno, esta vida
que decide por nosotros cuando plantamos miedosas dudas
en jardines que no nos corresponden

el sol ayer, era distinto:
tu canción una mágica secuencia de silencios pronunciados en el momento preciso

la obviedad de mi ser a veces se desborda
creía en lo certero del alfiler que apuntala el momento siguiente
en la sencillez del imperdible que no predice nunca su verdadera función
y estrecho se pierde un una noche que sangra
celofán, y una mentira que será siempre lo que es y no otra cosa

volvemos a lo que significa ser impecables
a echarte de menos sin precedentes
a fingir que no pasa nada cuando pasa todo
a resbalar sin hielo en la acera de enfrente
y quedarse largo tiempo mirando los zapatos de otro

en toda esta secuencia gélida
tiene mucha importancia que alguien me acompañe a buscar piedritas debajo de otros pies
sin preguntar cómo ni cuándo ni por qué
empezó esta querencia por lo roto, lo obvio, lo oxidado

volvemos a que las cosas importantes son las que una hace importantes
la mayoría de las veces sin saber por qué
aunque hay días en que todo apunta a aquel verano
y no sé cómo salir de las paredes de agosto:
algunas puertas, lo sé, hay que inventarlas

a veces una piensa en volver a desaparecer
perderse en la maraña de huesos y tendones que aquella ciudad me regaló
sin pedir más peaje que la curiosidad que me rizaba el pelo

se me volvió a caer el mundo de las manos
me tropiezo con cordones ajenos
me agacho y en el suelo
la florecita del poema de cortázar
quiere que la tome en brazos:
sonrío, este universo torpe como yo
que corto siempre el cable equivocado
que no sé parar a tiempo y me atraganto

qué hago al borde del puente de tus ojos
si me arrojaste desde él
y sólo fui un sonajero
al final de la noche

El sonido del Sol al caer en el mar

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La soledad esperando las olas
       sus superhéroes favoritos
             noche larga sin mayor daño.


Los borrachos andan rectos, son
los sobrios los que se tambalean
para no tener miedo a estar dentro.


Yo llevo peor el frío que los besos:
la próxima vez con lengua

graffiti de tiza
                       hasta el mar.






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aquella sed

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roto el principio
podría comenzar por cualquiera de sus trozos:

el viento esparce, incrédulo, profecías de hojalata

un aullido cósmico de espuma compite con la osadía de aquel faro

en la parte de atrás de casa
los niños de la urbanización juegan
me acerco a la puerta y los observo
juegan a una versión moderna del pañuelo
bastante aproximada a la versión de siempre

su aullido cósmico de risas compite con osadías más adultas

yo también jugaba ajena a las guerras del mundo
recortando letras al azar de los periódicos
para ver si así cambiaba el curso de algún río

la guerrilla de la tijera no obtuvo grandes resultados

las noches eran un cataclismo sonámbulo
arrodillados, los sueños
bebían cafeína de los charcos para mantenerse despiertos, desnudos
entre el frío que echaba de menos inviernos más profundos

la cama era una caja de cerillas, una puerta a un maravilloso país sin maravillas
pensaba los pasos que se alejan en la madrugada tal vez se acerquen a mí durante el día

pero las canicas de la infancia de pronto rodaron calle abajo
pies desnudos como estómagos hambrientos corrían tras ellas
se precipitaba un cambio de piel
una sequía dérmica

nos marcó aquella sed y el no saber qué hacer con ella

poema adolescente

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yo

yo, no entiendo nada
refugiada en las perífrasis del que se pierde a veces alguien se atreve a ir a buscarme

tú viniste hoy
y yo no te esperaba

se me llenaron las lágrimas de ojos

me puse triste como un iglú un día de playa
me puse triste como un sol metido en una jaula

no entiendo nada

hace meses que no escribo
hasta me evitan las palabras

existe un frío gélido que deja marcas más crueles que el invierno
los colmillos solitarios del que llora soportan un mordisco y un desierto

yo prefería escribir cosas livianas
sacar un pie por debajo de la sábana

caminar con los rizos al viento
el pelo alborotado de contento

pero viniste hoy
y yo no te esperaba

es la sed un laberinto
hambriento de huellas y pisadas

no lo veo
sólo siento
que yo
no entiendo nada