Eva tienes mala cara, tos, calentura, cuándo es que vas a Tijuana? No sé si puedas, llama al doctor y dile. El doctor dice Eva hazte la prueba de la influenza, tienes todos los síntomas. Eva dice Eva no usa influenza, por favor, no. Pero en el laboratorio empieza a hacer un cálculo aproximado de las personas a las que pudo haber contagiado en la última semana: los 1200 del Congreso de Lengua Española de Salamanca, la gente de la FILIJ, sus alumnos, los que fueron a las funciones. Sólo de pensarlo le sube la fiebre. Eva? Sí, mire que pude haber contagiado a muchas gentes. No se crea. Se lo digo de verdad. No querrás hacerme creer que eres tú la que propagó el virus. Eva pone cara triste: no es una persona importante. La prueba da negativa. El doctor pincha a Eva con sus agujas y le da un papel donde dice que no tiene gripe A y le dice que así podrá viajar en avión en caso de que pongan algún problema por la calentura, verán que su mal es otro. Ofendida dice que ella no quiere hablar de sus males, y menos con él. Me dejé con Pablo, dice Eva. El doctor se disgusta y no se lo cree y exclama cómo, pero si ya llevaban mucho tiempo juntos, cómo están, no pareces triste, dile a Pablo que me llame. Dejándonos, diez años, bien, ahora no estoy triste estoy enferma, se lo diré. Sale de la consulta , llora en un ángulo oscuro de la calle Medellín y compra un agua de toronja con piña y guayaba. Llama a Pablo por teléfono y Eva dice no estoy enferma estoy triste como un bonsái, qué hago, Pablo dice ven a buscarme y vamos a cenar sopa de tortilla a casa de Lauri. Van. La sopa está caliente. El señor Mar se va otra vez. Hay megáfono Eva dice yo mejor me voy a casa a dormir, me duele la cabeza el altiplano y una víscera, pero mañana nos vamos a Tijuana.
azul metálico brillante
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azul metálico brillante
frente a la puerta de mi casa
todas las noches duerme un bocho
como una nube más en el cielo inmenso del asfalto
dentro de sus puertas llueve
sus cristales condensan la palabra vendaval y la desatan
un hombre sale y al salir cierra un paraguas y se dobla
camina con los tonos violentos de la noche volviéndose eco
el eco de su rueda es el frenazo
el eco de su pluma son las letras patinando borrachas en la blanca pista helada
el eco de su herida es una cicatriz sin agasajos
en la esquina se lanza en picado sobre un taco y celebra los ojos de la doña
la luna enciende un farol adentro de su pecho
abre una puerta que tal vez siempre debiera estar cerrada
las sombras de la noche hacen esquinas
y alguien desafina una metáfora
desde el balcón salto como un gato:
ser un rasguño en la historia de esta calle
es menos violento que ser yo tan despeinada
me enrosco en la boca de un borracho
duermo diez horas seguidas:
sueño con un tigre que me devora por dentro
y deja mi piel andando libre por el mundo
el vacío que vestimos las personas ciertos días
no es tan fácil de ver como un eclipse
pero se siente como el agua que baila en la sartén del olvido
el mismo tigre deja en un trigal amarrada en una espiga
la alegría del sonido del rasguño
todo lo que vive en este mundo rima con grillete, dice
se queda la vida afónica queriendo romper de palabra las cadenas
está haciendo frío
el tigre deja a un lado de la cama sus espinas
y me arropa
cobija en el cuenco de su boca las partes de mí
que dejó para más tarde
aún no sé si voy o si vengo, dice
tal vez sea hora de quedarme
el que duerme ahora es él
me levanto sin hacer ruido
me visto con su piel
y con sus rasgos más afilados
araño las paredes del sueño
día de muertos
el camino vuelve a tropezar con las misma canción
si el pie no supiera dónde volar no distinguiría las pisadas
el rey vuelve a ser bello como antes
vuelve su voz al mismo lugar del mundo
donde antes me amabas
rugen las sombras del motor de un niño
muerto, para robarle a alguien el pan de los mañanas
que al rato también amanece
y nadie recordará que fumamos el vacío
que a ciertas horas dejan las estrellas
calaveritas
calaveras negro chocolate
calaveritas
güerita
cómpreme un hueso
calaverita
las venas de un terremoto en el balcón se convierten en estrías de la piedra
mis dos abuelos me dictan remedios contra las picaduras de insectos
para que recuerden la certeza del fuego
el mundo gira sumido en un silencio sepulcral
las flores contienen la respiración
yo aprovecho para saludar a los muertos
que me cortaron el cordón umbilical
y los grillos son esa historia
que se repite siempre
las poetas del megáfono en el festival poesía en voz alta

19.00 hrs casa del lago
bosque de chapultepec
méxico df