el desierto es verde de lauri garcía dueñas

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martes de megáfono: poesía de memoria

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7 de septiembre nuboso

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(escrito a partir de un dibujo de jimmy liao y su hermosa soledad)

la mujer que vive en el corazón de todas las enredaderas
no recibe cartas donde pone
que su propio corazón está enredado
en los músculos del tiempo

timbra en su pecho
la retahíla de amaneceres
que esperó aquel pájaro
para besarla
(aquel pájaro que invierte
el latido del corazón
con la simple presencia
de su pico)

martes de megáfono: poesía de agua y fuego

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entre los renglones

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entre los renglones
a veces entre los versos
se acuestan señores serios
que les miran las piernas a las letras
y alguna dice “señor no mire tan adentro que ahí
de repente yo guardo secretos, señor no busque que tan solo
encuentra quien yo quiero”
y los señores serios
que se acuestan entre los versos
cierran un poquito los ojos
susurran casi tan solo para sus adentros “no estoy mirando”
pero les miran y no dejan de mirarles las piernas a las letras

entre los renglones

a veces entre los versos
se acuestan prostitutas sonrientes
que agarran de la mano a las vocales
y buscan en sus tramos más redondos
un mundo con silencio y menos voces
que griten en el patio del colegio
palabras que no suenan a infancia:
debajo de la falda de la escuela
se duerme muy despacio una vocal
que ahorca con sus labios el futuro

entre los renglones
a veces entre los versos
se escribe una vida paralela
al margen de los ojos de este mundo
que no siempre usa lentes y se peina
se pone un vestido de domingo
y sale a pasear por las orillas
el cruce no es cuestión de los caminos
buscando y rebuscando en las tinieblas
los ojos de esta noche que se estira
agarra dulcemente los acentos
hace con ellos la arena de los mares:
por favor, devuélveme el desierto

entre los renglones, a veces entre los versos someto a un interrogatorio a las palabras, les pongo una luz directa al fondo de la cara, ato su cuerpo frágil a una silla, las dejo sin comer y sin agua, les tapo los oídos para que sólo se oigan a sí mismas, les pregunto, les reclamo como si entendieran el idioma que se escucha que no se corresponde siempre con lo que se dice

por eso
y porque desear es arder en una hoguera que aún no está encendida
esto es un poema de desamor

martes de megáfono: poesía de madrugada

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son las espinas la pequeña faceta afilada de las cosas

fusionistas en acción

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el pájaro fonema

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debería dormir
el espacio que mis ojos se dan a sí mismos no deja de ser escaso cuando llueve
incluso ahora que los gatos vienen a preguntar por ti
y nadie entiende su lenguaje inacabado de rasguños

entre las uñas, el mar, la cicatriz, la hendidura asomada de los peces
es la carne de la arena
la sangre de la espuma
la arteria del barco que decide naufragar en corazón ajeno
como si fuera un mal de este siglo el creer que sí
que sí se puede

aunque a veces no
no te dejan

hoy perdí la mirada de un gigante que buscaba de cintura para abajo
una razón de más para no enamorarse del silencio increíble de las nubes
cuando les rozan los pezones los aviones
que no importa de dónde son ni de dónde salen ni a dónde llegan
para dejar en ellas la misma sensación de equilibrista
el mismo deje en sus labios sentidos
como un paracaídas que no se abre aunque sepa cómo

los versos reúnen a la gente: fuego estéril que calienta
la membrana interna de las vocales inseguras de su eterna amistad con los grillos
a veces las simples palabras alimentan alimañas
que viven dentro de nosotros mismos y no se sacian

ayer pensé en ti tan profundamente que bajé hasta el fondo de mis fallas
para ver si ahí seguía tu cadáver para ver si podía revivirte una vez más
y preguntarte todas esas cosas que no quiero saber por si acaso ya las sabía

estoy tan ensimismada en otro mundo que pierdo el catalejo
pirata era la forma que tenían tú de echar de menos los tesoros
que escondimos en el fondo del mar más cascabel
aquel que tiene pegado al labio el sonido de todos sus ahogados

préstame la llave que abre la panza del disgusto
el soneto que certero clava su pico en lo que no cicatriza
préstame algo, por favor, que no sé de ti más que el recuerdo
y eso, no siempre basta
no censures la boca del que come
el ojo del que llora
el llanto del que ríe
no censures
la cesura de la vida
el canto indivisible del pájaro fonema
que viene a cantar todas las noches
en la no ventana del no cuarto
de mis cuatro paredes de cardumen

más allá de pájaros: anaïs abreu y emiliano álvarez

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detrás del biombo

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hay lluvias que se prestan al llanto
silenciado cañón en boca de esta ciudad
todas las noches son un túnel de metro
donde se esconden los gatos a llorar
para que nadie sepa que sus lágrimas
también son torpes pájaros salvajes
también son niñas que se acercan
al borde filoso de esta hoja para cortarse la coleta

todos los días me caigo por lo menos una vez del árbol rojo
lastimo mis rodillas y se me mueve el corazón de sitio
detrás del biombo la luna se esconde a comer sushi
y tiene pequeñas muertes que le dañan los ojos
y le hacen ver un mundo lluvia pegado en el espejo de algún baño

pienso en todos los animales que vienen a hablarme en tus poemas
despeñándose entre tus versos:
derrapando en el deseo que tienes por comerte el mundo
un elefante me dijo que detrás del biombo de bambú florecen cactus
y que una pequeña salamandra envuelta en una nube de polvo
vendrá a contarte el secreto de los ojos rasgados de la noche
que habla el lenguaje onírico de lo que nunca duerme

cruzó por mi mente un peatón
y yo no estaba preparada
cruzó el peatón los dedos
y ellos no estaban listos

la vida es tropezar y no caerse
es caerse y no lastimar el suelo
pero dejar las marcas precisas en el cuello
para poder decir que te mordió un vampiro

tengo una cicatriz en la parodia de mí misma
que a veces sangra
yo siento palpitar un corazón profundo
que no le pertenece a mis arterias

hoy te vi
y luego tuve que buscarte en mi zapato
me pareció reconocer tus ojos que gritaban desde el fondo del desierto
y no me asusté
el fondo del desierto está oscuro
y lleno de raíces que quieren que te quedes ahí
pero tiraste piedras y supe que te conozco de antes
entonces quise aprender a descifrar
el hueco de la lluvia en donde nunca cae
y el misterio de las caras que se hacen conocidas

pero salió una salamandra de mi sombra
y yo me desperté en otra ciudad