Las nubes en agosto

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Poeta y yo

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Poeta y yo salimos de paseo todos los días a la caída de la tarde. La caída de la tarde es ese momento del día donde las luces son más luces que nunca porque te das cuenta de que se están yendo. Las cosas, las personas, el amor, la vida, a veces parece que toman importancia cuando se están yendo. A la caída de la tarde se encienden las luces, aunque las luces tienen vida propia éstas las enciende alguien, a todas menos a una.

Poeta y yo salimos de paseo todos los días a la caída de la tarde. Me pone la correa, abre la puerta, bajamos las escaleras, a la izquierda, volvemos a dar vuelta a la izquierda, nuestra conciencia también es una calle con farolas encendidas a la caída de la tarde y Poeta y yo nos preparamos. Una vez más contamos Una Dos Tres, la Tercera farola siempre está apagada, caminamos Una Dos Tres, la Tercera farola se enciende a nuestro paso.

(Llegadas a este punto Poeta y yo siempre sonreímos de medio lado).

Poeta y yo nos sentimos invencibles y tres pasos más allá la farola se apaga.

Atravesamos calles y el parque nuevo, atravesamos un desierto, un paso de peatones y una familia de ingleses colorados. El verde siempre es más verde a la caída de la tarde. Poeta baila entre la hierba histérica herida por hordas de calor.

Volvemos.

Hoy somos un yogur con fecha de caducidad, somos una mentira de celofán, somos algo que nunca vamos a ser y somos algo que nunca fuimos. Un chico desde un coche le silba a Poeta y le piropea algo de sus piernas largas, Poeta le devuelve un verso de Cortázar que estalla en simples onomatopeyas de sí mismo. Yo aplaudo.

(Llegadas a este punto Poeta y yo siempre reímos a rienda suelta).

Estamos otra vez en la calle de la farola, al principio de la calle que antes era el final de la calle. Esto es una de esas ironías de la vida que nos persigue de manera recurrente. Dice Poeta “Somos dos cobardes que volverán a ser valientes al final de la calle”. Pero pasa lo de siempre y contamos las farolas Una Dos Tres Cuatro y al pasar  la Quinta que antes fue Tercera se ilumina y de repente se enciende algo en nuestro corazón y somos invencibles.

Hoy somos alguien que espera algo con tantas ganas que cuando sucede deja que pase de largo, somos esa persona que espera que un día alguien la detenga y no la deje pasar de largo, somos ese camino solitario del pasar de largo, somos el bajo del pantalón y el largo de la falda que siempre nos gustó por encima de la rodilla.

(Llegadas a este punto Poeta y yo estamos cada una en su sofá, somos un guardia tratando de dirigir el tráfico de nuestros corazones, que se encienden y se apagan como el alma de aquella farola a la caída de la tarde).

a la deriva

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                    Ilustración de Jimmy Liao, Esconderse en un rincón del mundo, Barbara Fiore Editora

 
" Aquellas dos imágenes le habían entrado por los ojos como la instantánea percepción de la felicidad absoluta y sin condiciones. Se las llevaría consigo para siempre. Porque es así como te fastidia la vida. Te pilla cuando todavía tienes el alma adormecida y siembra en su interior una imagen, o un olor, o un sonído que después ya nunca puedes sacarte de encima. Y aquélla era la felicidad. Lo descubres después, cuando ya es demasiado tarde. Y ya eres, para siempre, un exiliado: a miles de kilómetros de aquella imagen, de aquel sonido, de aquel olor. A la deriva."

Tierras de cristal, Alessandro Baricco


Lobo López

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2 de agosto de 2011

El otro día, volví a encontrarme con Lobo López. Yo estaba mirándome al espejo en el baño de una estación de tren y él apareció ahí, a mi lado, sorbiéndose ruidosamente los mocos. Incluso en esa clase de detalles el hombre le imprime un ritmo al mundo propio sólo de superhéroes sin superpoderes.

Lobo López sigue llorando lento y por eso le duele tanto.

Salimos, nos sentamos en un banco, le tendí un pañuelo arrugado que llevaba en los entresijos del bolso negro. Durante largo rato compartimos un puente de silencio; un puente de silencio que se fue convirtiendo poco a poco en uno de esos puentes de las películas de aventuras que el protagonista siempre cruza aún sabiendo que se caerá a su paso, pero como buen protagonista sabe que el puente será benévolo y no correrá más que él; un puente de silencio que antes de venirse abajo se movió de un lado a otro con simpleza de abanico.

“¿Usted qué espera?”
“¿Yo?”, contesto, “yo no soy pera, soy manzana.”

Entonces se ríe y es la carcajada más hermosa que he visto y oído en toda mi vida, es una de esas carcajadas que se multiplican a su paso y le dan sentido al eco y de esa carcajada sale un tren que esculpe pompas de jabón en vez de humo. Reímos mucho.

Rebusco en los entresijos del bolso uno de aquellos caramelos de eucalipto que acostumbro llevar. Rebusco y se me cae al suelo un corazón rojo de fieltro rojo.

En el bolso negro que también heredé de mi hermana llevo un corazón rojo de fieltro rojo, milimétricamente cosido con grapas para que no se le escape nada y no entre cualquier cosa, aunque todos sabemos que una de las propiedades excéntricas de los corazones es que las cosas salen y entran a su antojo, es por ello que cualquier corazón que se precie es un asunto impredecible

llevo un corazón rojo de fieltro rojo que a veces se cae del bolso cuando camino por la ciudad y me agacho sorprendida y digo “oh, un corazón”, y las personas humanas lo miran sorprendidas también como si no supieran que cualquier corazón que se precie en algún momento anda por los suelos, y se queda quieto o late fuertemente para llamar la atención o deliberadamente se hace invisible para que lo pisen una y otra vez, y el corazón resulta en ocasiones tan osado que se deja pisar una y otra vez por la misma persona

llevo un corazón rojo de fieltro rojo no sé bien por qué.

Entonces Lobo me dice mientras lo levanta del suelo: “Dígale a ese chico que la próxima vez que tenga intención de pisarle el corazón, haga el favor de ponerse otros zapatos.”
“Y usted dígale a esa mujer que haga el favor de no llevar tacones,” contesto.

Reímos de nuevo, mientras Lobo deja en la palma de su mano el corazón que late.
“Se le ha caído esto,” dice mirándolo.
“Sí, del bolso”.
“No, del pecho”.

Y con una maestría largamente aprendida lo coloca de nuevo en su lugar.


P.D. En el árbol rojo de antes hay un escrito sobre Lobo López con fecha de 1 de febrero de 2007, made in México http://elarbolrojo.zoomblog.com/archivo/2007/02/01/la-verdadera-historia-de-lobo-lopez.html


Kiko Veneno y su Lobo López
http://www.youtube.com/watch?v=xo9vgZzE_WQ